Palabras de Mons. Gerardo – Toma de Posesión
Palabras de Mons. Gerardo Díaz Vázquez
Toma de Posesión Episcopal
“Quiero agradecer al buen Dios todo lo que ha hecho en mi vida. Reconozco, como lo dice Jesús en el Evangelio, ya no te llamo siervo, ahora también quiero llamarte amigo. Y así, quiero ser servidor del señor, amigo de él, servidor de ustedes, amigo de ustedes.
Quiero saludar a todos y a cada uno de ustedes congregados como iglesia peregrina para elevar súplicas al buen Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, pidiendo por esta diócesis de Colima y el Ministerio episcopal que hoy inicio.
Saludo al Señor nuncio apostólico Joseph Spiteri y a Don Marcelino Hernández, quien representa a nuestros hermanos obispos que han pasado por estas tierras. Gracias por esa entrega, por su testimonio. Siga estando cercano a nosotros y siga orando por esta diócesis.
Al Señor cardenal Don Francisco Robles, los señores arzobispos Don Carlos y Don Rogelio, a los hermanos obispos con quienes comparto el don del episcopado y el sueño de construir un México Unido, reconciliado y en paz, como decimos nosotros en el proyecto global de Pastoral cumpliendo el deseo que la Santísima Virgen pidió, edificar una casita Sagrada, les saludo a ustedes con afecto y agradezco su presencia que conforta, anima y hace visible la universalidad de la iglesia.
Queridos hermanos sacerdotes, de manera muy particular a quienes ejercen su ministerio en esta diócesis de Colima, con todo el estado y los ocho municipios del estado de Jalisco en el cual me voy a identificar también porque yo soy de Jalisco. A ustedes, permítanme decirles que son mi nueva familia, la familia presbiteral. Permítanme ser parte de su familia, de estar con ustedes. Quiero ser siervo y amigo, que caminemos juntos compartiendo proyectos e ideales y colaborando en el mismo ideal vocacional a ejemplo de Cristo Buen Pastor que no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida por todos.
Saludo a las religiosas y religiosos. Ustedes enriquecen la vida de la iglesia con sus carismas propios, con su entusiasmo y entrega generosa.
Saludo a los seminaristas que cada día se esfuerzan por configurarse con Cristo sacerdote, discerniendo a la luz del evangelio su propia vocación para ser sacerdotes de este tiempo, como lo requiere el tiempo que estamos viviendo.
Saludo respetuosamente a las autoridades civiles, la gobernadora, a los presidentes y presidentas municipales. Gracias por estar aquí. Como primeros responsables de velar por el bienestar y la seguridad de toda la población valoramos mucho su presencia. Los saludo y les ofrezco mi apoyo y mi colaboración para que, haciendo sinergia, buscando unir fuerzas en toda la sociedad, podamos ofrecer a estos pueblos mejores condiciones de vida, las mejores que podamos. Toda mi colaboración.
Muy entrañables hermanos y hermanas que hoy nos acompañan, mostrando su cercanía, su amistad, su fe, el gran aprecio que le tienen a la iglesia y que quieren tanto a los sacerdotes. Gracias por su presencia.
A quienes vienen de la diócesis de San Juan de los Lagos, tierra que me vio nacer a la vida, a la fe y me formó para el Ministerio sacerdotal. Gracias a todos los que vienen de la diócesis de San Juan de los Lagos. [Aplausos] A mis paisanos de San Miguel el Alto, Jalisco, de mi parroquia de San José de los Reynoso y, de manera muy particular, a mi familia. Hago un recuerdo hasta el cielo de mi madre y de mi padre que gozan de la presencia de Dios. [Aplausos] Mi familia siempre ha mostrado su cercanía y su apoyo. Las parroquias y tengo afecto especial por las parroquias de Yahualica, Capilla de Guadalupe y la querida parroquia de Reina y Madre de Los Campesinos, de la cual salí para irme a Tacámbaro. Gracias. Saben que, aunque esté lejos, nunca me he olvidado de ustedes.
A quienes hoy se desplazan del balcón de Tierra Caliente y de toda la diócesis de Tacámbaro, donde me enseñaron a ser Obispo. Estoy seguro que no han venido a Colima a “encaminarme”, como dicen ustedes. ¿Verdad que no? Menos mal. Estoy seguro que vienen expresando ese fuerte sentido de comunidad que ustedes tienen, que gustan acompañar a sus amigos en los momentos importantes de la vida. Ustedes, hombres y mujeres, que saben querer bien y querer siempre, con ustedes he caminado estos ocho años, ocho meses y unos cuantos días. Con ustedes he celebrado el centenario de la diócesis y del mismo seminario, momentos privilegiados de gracia y salvación. Sepan que estarán en mis oraciones, en mi corazón. Pidan al Señor Crucificado de Carácuaro por mí y por el Ministerio episcopal que realizaré en estas tierras cálidas del occidente del país. Ustedes siempre estarán en mi corazón. [Aplausos]
Saludo a las religiosas que ayer tuve la oportunidad de encontrarme con ustedes, a los sacerdotes de la diócesis de Colima principalmente, y a todos los feligreses que forman parte de esta bendita diócesis ubicada entre el mar y los volcanes, que desde hoy será mi nuevo hogar y que desde hace unos meses los traigo metidos en la mente y en el corazón. [Aplausos] Hombres y mujeres valientes, alegres y de fe firme, hospitalarios y de gran corazón, vengo a caminar con ustedes como discípulo misionero. Gracias por sus muchas muestras de aprecio y cariño, aún sin conocerme. Hay un son muy famoso que dice: ‘Camino Real de Colima, dicen que yo no lo sé, cómo no lo he de saber si en el camino me crié’. [Aplausos] Ciertamente, no conozco El Camino Real, pero pronto lo conoceré y recorreré. No solo el Camino Real de Colima, sino todos los caminos de la diócesis, y podré, entre los altos y bajos, encontrarlos, saludarlos y conocerlos. Espero que al recorrer los caminos no pase muchos trabajos en ese camino real. [Aplausos]
Iniciamos un camino juntos, miremos lejos, claro y profundamente, para que Cristo reine entre nosotros y nuestros pueblos y comunidades vivan en paz y armonía. Sepan siempre estaré con ustedes como humilde servidor, dispuesto a la escucha y al diálogo, buscando siempre, inspirados por el Espíritu Santo, las mejores opciones que nos ayuden a solucionar nuestras diferencias y a resolver los problemas personales, eclesiales y sociales. Somos una iglesia sinodal que va al encuentro del hermano, del que está triste, del que sufre, del que se siente abandonado, de las madres que tienen hijos desaparecidos, de las víctimas de la violencia, de quien ha perdido el camino, de quien vive sin fe y sin esperanza. Abramos nuevos que nos conecten con todas las periferias existenciales y sociales de nuestra diócesis y nos permitan llegar a todos, y les mostremos el camino que conduce a la vida, donde puedan recuperar la esperanza y la paz, en una sociedad donde se ha desestructurado el tejido social. Estamos llamados a curar, sanar y fortalecer la célula básica de la sociedad: la familia. Es ahí, en la familia, comunidad de vida y amor, donde las personas se forman humanamente y cristianamente. Apostemos todo por para que el Evangelio del matrimonio y la familia resuene en todos los rincones de nuestra diócesis. [Aplausos]
Ya no aplaudan si no vamos a salir mañana. Conste que les advertí. Hoy estamos viviendo un cambio de época que ha fragmentado la vida del hombre. Esta nueva época pretende sacar a Dios de nuestras vidas y quitar toda referencia a lo sagrado, a lo eterno, a lo trascendente, y nos ofrece estilos de vida demasiado terrenos, inmediatistas y pasajeros que dificultan formar una visión integral del hombre y su destino, creando confusión y pérdida del sentido de la vida. Como iglesia, como ciudadanos de este tiempo, estamos llamados a ofrecer una respuesta que rescate lo verdadero, lo verdaderamente humano y brinde la oportunidad de clarificar el camino que conduce a la vida y vida eterna que es Cristo.
Les invito a ser una iglesia sinodal que, como dice el profeta Isaías, ensancha el espacio de su tienda, alarga las cuerdas y refuerza las estacas. Una iglesia sinodal que se pone en camino, se desinstala para abrir nuevos horizontes de vida y salvación. Ensanchar la tienda para que todo se encuentre en un espacio, no solo físico sino, sobre todo, en la mente y en el corazón de cada uno de nosotros, de cada rincón de las parroquias y de toda la diócesis. Una iglesia como tienda de campaña que incluya a todos y donde todos se encuentren, refugio y protección, y nadie se sienta fuera. Ensanchar la tienda significa abrir espacios de participación para todos, significa ser iglesia en salida que va más allá de las fronteras de la propia tierra, para conquistar nuevos territorios y escenarios que muchas veces son difíciles, complicados y, en ocasiones, hasta adversos.
Hoy, la renovación de la iglesia pasa por la estructura de la parroquia misma, por los agentes de Pastoral: sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos comprometidos, dispuestos a salir con actitudes nuevas, de puertas abiertas, que permitan la entrada a todos y les ofrezcan propuestas de vida. Hay que ser atrevidos, rompiendo las fronteras que tenemos y derribando los muros, para aventurarnos, experimentar nuevos rumbos y nuevos horizontes. Una iglesia en salida que ensancha el espacio de su tienda exige multiplicar y alargar las cuerdas que sirven para tensar la tienda, mantenerla en pie y darle firmeza y seguridad. Hay que tejer una red de relaciones humanas amplia, fraterna, solidaria, que permita una sana atención, que no rompa las cuerdas ni rompa la tienda, pero que nos mantenga unidos y seamos capaces de dar cobijo a todos. Alargar las cuerdas es ir al encuentro del otro, y del otro con mayúsculas, favoreciendo relaciones de colaboración y amistad en la construcción del Reino de Dios.
Les invito, hermanos colimenses de la diócesis, digo colimenses puede sonar que solo sean los de la ciudad, a todos, a mantenernos unidos, todos los sectores de la sociedad. Vamos cerrando filas, manteniéndonos unidos y en colaboración responsable, aportando nuestras diferencias para enriquecer nuestra propuesta pastoral, eclesial y social.
Finalmente, el profeta pide que reforcemos las estacas, las cuales dan firmeza y seguridad a la tienda. Reforzar las estacas significa anclarnos en la Roca firme que es Cristo, para no perder la identidad, para no traicionar la verdad, para no cambiar el evangelio por doctrinas novedosas que se presentan imaginariamente como revolucionarias y modernas. Nuestra propuesta eclesial ha de estar anclada en Cristo y en una sólida formación humana y cristiana, para que cuando bajen las corrientes contrarias, los ventarrones topen con ella, no se derrumbe y se mantenga en pie.
Reforzar las estacas es afirmar con claridad y valentía las convicciones y los valores humanos y cristianos que nos capaciten como iglesia y como sociedad, para resistir los embates del maligno y de las ideologías colonizadoras que se disfrazan de bondad, pretendiendo eliminar lo verdaderamente urbano, obedeciendo a intereses de los poderosos del mundo. Que nuestro interés mayor esté en nosotros mismos, anclados en Cristo, en nuestra sociedad, en nuestras comunidades, en nuestra diócesis.
Don Marcelino, siempre cuente con mi oración, con mi apoyo y con mi amistad. Compartimos el Ministerio episcopal y compartimos la responsabilidad en el anuncio del Evangelio. Pida mucho a Dios por mí, yo pediré por usted y por su salud. Que Dios lo bendiga siempre, y esta será siempre su casa. [Aplausos]
Como dijo un buen amigo, me hicieron preparar, ahora se aguantan, ¿verdad? Ya voy a acabar. Caminemos como iglesia sinodal, en comunión y participación, guiados siempre por el Espíritu Santo, bajo la mirada y protección de la Santísima Virgen de Guadalupe, la intercesión de San Miguel de la Mora, mártir colimense. No detengamos el paso, la misión nos espera. ¡En marcha, adelante! Gracias por sus muestras de apoyo, de cariño. Y cuando digo gracias, digo a todos: a la sociedad civil, las autoridades, los sacerdotes, al obispo Don Marcelino, a todos. No puedo mencionarlos a todos. Muchas gracias por su apoyo y por su cercanía.
Les invito a ponernos de pie, hagamos la oración que ustedes mismos han elaborado. Dios Padre, te damos gracias porque has provisto a tu iglesia de Colima un pastor según tu corazón. Te pedimos que Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, me conceda apacentar con mi palabra y ejemplo a nuestra diócesis, y guiado por el Espíritu Santo, sirva con amor y fidelidad al pueblo que me has confiado. Que Santa María de Guadalupe y San Miguel de la Mora intercedan por nosotros, para que caminando juntos como iglesia, podamos ser sacramento universal de salvación. Amén. Gracias. [Aplausos]”.
[Mas tarde, Mons. Gerardo Díaz Vázquez ratificó todos los oficios eclesiásticos sacerdotales.]
Trackback from your site.